DIA DE LAS MADRES

Al bajarse el pasajero en la puerta del edificio, Nancy soltó un suspiro de alivio y consultó el reloj; La una de la mañana. Aquel había sido el décimo pasajero de una tarde bien ajetreada. Ya era hora de irse a descansar después de tanto esfuerzo. A veces tenía ganas de no trabajar tanto, de no apurar las cosas, pero tenía dos buenos motivos para ello, dos motivos que ahora estarían cada uno en su cama: sus dos hijos, el mayor concluyendo el bachillerato; la muchacha estudiando educación básica en un colegio paramilitar. Por ellos estaba llevando una vida tan dura, por lograr que saliera adelante. Estudiaba la carrera de educación y trabajaba de taxista los tiempo libres, que no eran muchos. Solamente por las noches, al salir de la universidad, podía hacer una cuantas carreras, a costa de recortar el sueño algunas horas de descanso. 


Estaciono el carro en la calle, frente a su casa, un viejo chevrolet todavía en buen estado. Todos los vecinos conocían el vehículo, allí no corría riesgo. Antes de bajarse se miró en el espejo retrovisor y vio una mujer agotada, ojos hundidos, pómulos salientes, una mirada entre triste y cansada. Dio una última ojeada al interior del carro, agradeciendo internamente su fidelidad. Necesitaba renovar la pintura y sacarle algunos golpes, pero eso podía esperar. Por el motor y los frenos no tenía que preocuparse: sus manos adiestradas los mantenía en perfecto estado. Vio un pequeño sobre de reborde blanco sobresaliendo de las guantera y pensó con extrañeza que ningún pasajero se había sentado en el asiento delantero. Tomó el sobre y lo abrió. Era una carta escrita en computadora. 


GUERRERA DE GUERREROS (esta carta va dirigida a mi única héroe) 


Aunque nunca lo digo, estoy orgulloso de tenerte como mi mama. Eres lo mas importante que tengo en la vida, eres quien me recoge cuando caigo y me dice: bueno, levántese, siga caminando. También eres quien esta a mi lado cuando triunfo, para compartir ese triunfo juntos. Siempre estas ahí cuando estoy alegre o estoy triste y quiero que sepas que algún día espero heredar esa valentía que tu siempre has tenido. Espero algún día ser como tu, mami; Te quiero mucho. Aunque peleamos, eres siempre la que me apoya, así lo que yo haga este mal. 

Yo se que Ana también está orgullosa de ti, porque eres lo único que tenemos y quiero que sepas que Ana María y Junior Adrian siempre estaremos contigo apoyándote en las buenas y en las malas. siempre puedes contar con nosotros, porque te amamos con todo nuestro  corazón que además te lo debemos a ti. 

Te admiro por todo lo que haces por nosotros y quiero que sigas adelante con tus sueños, porque nosotros te apoyamos en todo. Tu sabes que el que quiere puede y lo hace. nunca pero nunca dejes de luchar por tus metas. Porque esa es la doctrina que tú nos enseñaste. si te caes, levantate límpiate las rodillas y pa´lante de nuevo, y si es de morir por una meta, bueno nacimos por una ilusión que muramos por otra es justo.


Se bajó del carro, los ojos llenos de lágrimas. aquello la compensaba de sobra. Ni  siquiera se acordaba que acababa de concluir el día de las madres. No había tenido tiempo de pensar en ello. El día había sido demasiado agitado, pasajeros y semáforos, palabras y frases breves, colas de tráfico. Aquel era su único regalo en su día, un día comercial publicitado hasta el agotamiento. Era su mejor regalo, inesperado, que le daba ánimo para seguir luchando, como junior quería. 


Entró en el apartamento sin hacer ruido. No prendió las luces, no le hacía falta. Abrió la puerta del cuarto del muchacho, se acercó a su cama, se inclinó sobre él para darle un beso. No lo hacía desde que era pequeño, ahora ya tiene 17 años. Observó su rostro juvenil, bien perfilado. De esa edad ella lo había tenido, unos años atrás. Se sentó en la esquina de la cama, el muchacho se movió ligeramente. 


Un débil resplandor de la luz incierta de la ciudad entraba por la ventana. Dentro de poco su hijo le dirá: -No te preocupes, mamá, ya yo tengo la licencia para manejar. Hoy te quedas descansando que yo haré las carreras. Lo sintió fuerte, fuerte, decidido, guerrero, como a él le gustaba decir. ese carácter era lo que ella les había transmitido con su resolución de luchar, con su ejemplo de fortaleza. 


Se retiró a su cama, le costó dormirse. el mismo cansancio se lo impedía. Logró relajarse y descansar. comenzó a soñar hacia el futuro pero no el de ella, si no el de junior adrián. Lo veía fuerte dispuesto a todo, con energía para dar y vender. El muchacho hacía un curso de mecánica de motores de helicópteros; desde pequeño le había fascinado el ruido ronco de las máquinas y el girar de las hélices, titubeantes al principio, poderosas como para transportar por los aires grandes pesos. Lo veía en un claro de la selva, solo, arreglando el motor averiado de aquel gran pájaro mecánico, No le importaba la soledad y el peligro, no se daba cuenta de ellos, las manos llenas de grasa, desmontando piezas y armando de nuevo el motor. Lo sentía oír por las noches los mil rumores confusos de los insectos y el chillido lejano de algunas aves nocturnas. Lo veía en paz, lleno de proyectos, seguro de lo que quería hacer. 


La primeras luces al amanecer le devolvieron una realidad distinta, más dura y prosaica, pero la suya. Casi se dio un susto al encontrarse con la mirada de Junior Adrián junto a su cama. 




  • No te preocupes, mamá, hacía tiempo que no te veía tan linda ¿te gusto lo que te escribí?

  • Si Junior, es el mejor regalo que he recibido en el día de la madre. Estaba soñando lo que tu ibas a ser más delante y era bien bonito, te lo aseguro, pero no te lo  puedo decir por ahora, es mejor que tú mismo lo descubras. 

  • Junior se inclinó para darle un beso. 


Sintió una gran fuerza por dentro. Con los dos hijos a su lado era dura, pero bella. Se levantó más fuerte, más guerrera, luchadora invencible.

AUTOR: JOSE ADRIAN 

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